El Cantar de Mío Cid
El Cantar de Mío Cid es un poema épico o cantar de gesta castellano
basado en la parte final de la vida de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid
Campeador. Sin embargo, los hechos narrados no constituyen un relato
fiel de los hechos históricos, sino una visión literaria de los mismos, a
veces alterados o fingidos para satisfacer los fines poéticos del
relato. Nuestro análisis del poema partirá de una división básica entre
elementos externos al poema, referidos a la historia, los manuscritos y
el autor; y elementos internos, donde se comentarán de manera integrada
todos los aspectos literarios de la obra: estructura, estilo, punto de
vista, sentido, etc.
La Historia del Cid.
Rodrigo Díaz de Vivar fue un héroe histórico (1040-1099)
perteneciente a la baja nobleza castellana. Casó con Jimena Díaz, prima
de Alfonso VI. Cayó en desgracia con este rey y hubo de abandonar
Castilla partiendo en busca de mejor fortuna en 1081. Entró al servicio
del rey moro de Zaragoza, al lado del cual llegó a luchar contra los
cristianos: el Conde de Barcelona e incluso el mismo Alfonso VI. En 1087
regresó a Castilla perdonado por el rey, pero un nuevo desaire le lleva
otra vez al destierro (1089).
Ganó fama de gran guerrero entre los árabes, que le dieron el
sobrenombre de “sidi”, “Cid”, “señor”; se mantuvo al servicio del rey
moro de Zaragoza y finalmente conquistó y gobernó la ciudad mora de
Valencia, defendiéndola contra los almorávides. Allí vivió como
soberano, vuelto a la amistad con Alfonso VI, y emparentó con las casas
reales españolas al casar a sus hijas con Ramiro, infante de Navarra y
con Ramón Berenguer III, de Cataluña. Murió en Valencia en 1099 y su
cadáver fue inhumado por segunda vez en San Pedro de Cardeña.
El Cid, como guerrero y conquistador, suponía ya una figura
susceptible de ser tratada como héroe dentro de una colectividad
especialmente sensible a estos asuntos. Sin embargo, un nuevo matiz
social y político refuerza el interés que en la época despertó el
personaje: Rodrigo representa a una nueva clase social que por este
tiempo comenzaba a nacer, la baja nobleza castellana, clase formada por
hombres inteligentes, enérgicos y llenos de deseos de subir puestos en
la escala social y del poder. Hombres que se pusieron al lado del rey
Sancho y que tenían en poca estima a la nobleza leonesa y a la alta
nobleza castellana, que creían anclada en el pasado y aferrada a sus
antiguos privilegios. Tales circunstancias se reflejan en el Cantar, en
el cual los enemigos del héroe son los infantes de Carrión, leoneses, y
García Ordóñez, perteneciente a la alta nobleza castellana, todos ellos
caracterizados negativamente a lo largo del relato.
El Cantar de Mío Cid se inserta en un período de cambio, en
el que se está constituyendo un nuevo tipo de sociedad, la de los
hombres libres de frontera, que rige por un derecho propio. En este
ámbito cobra pleno sentido el énfasis puesto dentro del poema en el
botín obtenido, en el hecho de que los desterrados no combaten
esencialmente por razones religiosas, sino por ganarse la vida y por
aumentar su norma. Todo ello implica que el poema participa del llamado
“espíritu de frontera”, cuya expresión última de este ideal será la
capacidad de mejorar la situación social mediante el propio esfuerzo
como hace el Cid.
Este texto se trata de un producto ideológico partícipe de los
ideales de la baja nobleza, los infanzones, por lo que el Cantar
esconde, bajo la biografía del Cid, un modelo explicativo de su propia
sociedad. La fusión de ambos planos, realidad y ficción, pone de
manifiesto gran parte del sentido final de la obra, y explica, al mismo
tiempo, la gran acogida que tuvo entre el pueblo, que veía en esa clase
emergente un símbolo de sus propios anhelos de ascensión en la escala
social, de recortar las enormes diferencias que lo separaban de la alta
nobleza. Ello explicaría el extraordinario fervor que el pueblo
tributaba a esta clase y al Cid, que la representaba, y ello
justificaría, parcialmente, la auténtica mitificación que en poco tiempo
se realizó de la figura de Ruy Díaz.
Manuscritos y fechas
El poema sobrevive gracias a un único manuscrito de fecha discutida,
copiado por un tal Per Abbat y que, en su estado actual, posee unos 3730
versos. Al manuscrito le falta la prima hoja y dos más en el interior,
si bien el contenido que en estos puntos existía ha sido determinado por
Menéndez Pidal a base de la prosificación, y en ocasiones los propios
versos reconstruidos basándose en las asonancias mantenidas en esa
prosificación incluida en la Crónica de los veinte reyes, cuyo autor
siguió una versión del Cantar muy próxima al texto actual conservado.
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